lunes, 23 de septiembre de 2013

Gracias a todos los que formáis parte de mí

Hay momentos en la historia de la vida que uno se para a pensar, y a pensar, y a pensar... ¿Pensar? ¿En qué?...

Quizás sea una equivocación pensar tanto en cómo vas formando tu vida, en cómo quieres que sea, con quién quieres estar en ella o con quién no... 

Quizás lo único que valga es vivir y ya está, vivir a tope y da igual lo que venga detrás...

Pero siempre aparece tu cabeza, que empieza a centrifugar recuerdos, momentos, conversaciones, palabras bonitas y otras que te hunden, y al final del todo solo queda una frase: Todo eso es tu vida. 

No hay más...

Si tuviera que hacer una reflexión sobre lo que llevo de vida, diría que estoy cansado de tener que luchar con un esfuerzo mayor a lo que quiero llegar. El camino es largo, es pedregoso, demasiados peros... Siento envidia de la gente que le llega para todo y lo tiene todo, y yo me quedo con solo una pregunta: ¿por qué? 

Sé que no llego a ver lo que los demás tienen que hacer, que realmente todo puede ser más difícil o más fácil con respecto a mí, eso depende de cada uno. Si yo elegí el camino de ser maestro, con la ilusión de un chaval de 18 años, y no pensaba que iba a ser duro, me estaba equivocando por completo. 

Aún así, el camino solo ha hecho nada más que empezar, y sé por descontado que tendré que volver a caer, y levantarme de nuevo más fuerte. Ser maestro es el eje de mi vida, de todo lo que hago y de las relaciones que tengo. Y si volviera a nacer, volvería a ser maestro, por mucho que digan o dejen de decir. 

Quizás necesite un lugar diferente a este, para volver a empezar. Y solo en los ojos de las personas que forman parte de mí, lo puedo encontrar. 

Y tú*, que siempre has estado ahí, que confías en mí, que eres capaz de escucharme y de alentarme con tus palabras. Que te conocí o puede que te llegue a conocer, que te quedaste conmigo, o te tuviste que marchar. Que me enseñas, me enseñaste o me sigues enseñando. Que tienes un hueco para mí o haces lo posible por tenerlo, o simplemente no lo tienes pero lo dices con sinceridad. Que estás en la distancia, y parece como si estuvieras a mi lado. Que me hiciste daño y me pediste perdón, o no. Que me hiciste pasar un gran rato. Que pude charlar contigo dos minutos o una hora, y me quedé con un gran sabor de boca. Que me sonreíste y me abrazaste, a cambio de enseñarte, de acompañarte y de cuidar de ti. 

*Todos los que formáis parte de mí

Gracias por seguir conmigo. Gracias de verdad. 


miércoles, 11 de septiembre de 2013

Los besos sin miedo... como los de los niños

Los niños, y siempre ellos. No me hace falta más.

El periodo de adaptación va marchando con sus ingredientes esenciales: lágrimas, mocos, pataletas, cierta incertidumbre al entrar por la puerta de la clase, preguntas tipo "¿cuándo viene mamá?", padres que les cuesta dejar a sus niños y conforme pasa el tiempo se dan cuenta de que los pequeños se adaptan y están contentos, pipís, un cierto descontrol hasta que vayan cogiendo la rutina... 

La mejor medicina para un maestro (desde mi punto de vista): PACIENCIA Y CARIÑO. 

Y algunos INSTANTES que te hacen ver que esta profesión tiene magia, y te dan la fuerza para seguir: 

Voy con una compañera a buscar un material para un pequeño trabajo y de paso me encuentro con uno de mis pequeños acompañado de su madre y su abuela. Me paro delante de él, me agacho para ponerme a su altura, y le miro a los ojos. La abuela y la madre le dicen "Mira, Jesús!!!" Él sabe quien soy, cada vez está más cerca de mí, y le pregunto "¿Me das un beso?", y qué beso... un beso profundo, tímido pero atrevido, que me llegó al alma. Bendito momento. 

Después, hablé un poco con la familia comentando aspectos de la adaptación, lo que el niño cuenta en casa... y al final de la conversación, una verdad como un templo: "Entre tu labor en la clase, y la nuestra en casa, lo estamos educando lo mejor posible". 

Y espero que besos como el de hoy sigan siendo parte de mi vida. Gracias mi vida.

lunes, 2 de septiembre de 2013

El retorno

"Las palmeras son tan altas, que pueden llegar hasta el cielo"- dice una pequeña mientras su madre la columpia en la plaza donde soy yo. Así llego al final del verano, con vistas a un curso largo y duro, con muchos proyectos por hacer y cosas que descubrir. Pero lo mejor que me va a pasar es volver a ver la carita de mis niños, lo que más quiero, y hacer que lleguen a lo más alto, hasta el cielo..."

Así comentaba ayer mi vuelta al cole. Una vuelta que conlleva muchas más cosas: proyectos, ideas, quebraderos de cabeza, risas y llantos, caer y levantarse, una gran historia a punto de comenzar, la historia de mi aula, de mis niños. 

Siento haberme ido sin avisar, sin decir nada. Las circunstancias de mi vida hicieron que tomara esta decisión, así de sopetón. Es algo que me dolió mucho, porque pensaba seguir escribiendo, pero no pude. 

Ahora, que todo está más o menos ordenado, vengo de nuevo para deciros que los instantes que vuelva a vivir, en los que sienta que todo fluye, que pueda volar y, sobre todo, ser yo mismo, estarán plasmados aquí. Y quiero que seáis partícipes de ello. 

Solo os pido paciencia para llevarlo y para poder recorrer el terreno que no he podido en este año sabático. 


"...En esta plaza la cual siempre tiene una bocanada de aire fresco para mi, rodeado de niños (como soy yo) y en la que acaba de sonreírme la pequeña, cojo mis nuevas fuerzas para el nuevo curso. Y como dice Dani Martin en su canción "Caminar": "que Septiembre no nos quite la ilusión jamás". "



Gracias por estar ahí, por darme el aliento que me hacía falta para volver. Os quiero.